Curioseando en la red me
encuentro con un post en el que vienen todos los premios Pulitzer de
fotografía, imágenes que están grabadas en la memoria colectiva, y que
representan mejor que cualquier otra antología la síntesis de la historia de la
humanidad de los últimos setenta años.
Todas y cada una de ellas
resultan escalofriantes, y lo que quizá las distinga por encima de las demás es
simplemente la descontextualización de las escenas. Siempre he admirado a los
fotógrafos que son capaces de contar mucho más allá de lo que se puede ver en
la propia escena fotografiada. Evidentemente es una cuestión de estar en el
momento preciso y en el lugar apropiado, pero hay mucho más, y en realidad es
un compendio de conocimientos técnicos: el encuadre, la luz, la apertura del
diafragma, etc.
Curiosamente casi todas las
fotografías, son en blanco y negro, a excepción de la que acompaña este artículo, incluso en la era
digital actual. Este hecho tiene su explicación: los fotógrafos son
corresponsales de periódicos y agencias de noticias, por lo que las fotografías
se editarán en los diarios que como todos sabemos son en B/N. No sólo eso,
también hay que recordar que hasta la aparición de la fotografía digital la
tecnología en color era costosa y complicada para un corresponsal de guerra que
tenía que improvisar el laboratorio de revelado en cualquier trinchera. Con el
tiempo se llegó a la conclusión de que la fotografía en blanco y negro tenía un
valor estético añadido en dramatismo y expresión.
Para mí hay una de ellas
particularmente dramática: Un oficial del ejército de Vietnam del Sur ejecuta a
un presunto miembro del Vietcom en plena calle de Saigón de un tiro en la sien.
Esta escena la vi en televisión siendo yo un niño de 8 ó 9 años, y fue el
objeto de mis pesadillas durante mucho tiempo. Otra muy famosa es la de una
niña desnuda corriendo junto a su familia huyendo de los bombardeos de Napalm,
también en Vietnam.
Estas dos escenas fueron
determinantes para movilizar a la opinión pública mundial en contra de la
guerra del Vietnam en los años 60, y son el ejemplo de cómo una imagen puede
hacer mucho más que mil proclamas para concienciar a la gente.
El resto de las fotos están
localizadas en su mayoría en distintos conflictos (2ª guerra mundial, Corea,
sudáfrica, Nigeria, Camboya, Palestina, Irán, Siria, etc.) y son la crónica
macabra de la latente maldad del ser humano. El ancestral espíritu tribal,
unido a la explotación y la miseria, llevan a los humanos en cada rincón del
planeta a cargar con violencia contra sus semejantes, semejantes que en muchos
casos son simples víctimas como ellos del propio sistema, Es ese espíritu
tribal el que aprovechan los poderosos para defender sus interese específicos,
intereses económicos en su mayoría, que
rellenan de una carga ideológica que casi nunca existe.
También hay una imagen de un
bombero rescatando a una niña de un incendio, quizá sea esta imagen, igual de
dramática que las demás, una especie de semilla de esperanza, un canto a la
oportunidad del “homo sapiens” de poder redimirse. La imagen es la de un bombero,
una persona individual, como si la bondad estuviera en el individuo y el mal en
el colectivo, si supiéramos invertir los datos de esta ecuación habríamos
resuelto el problema.
La foto que acompaña este
artículo es la última premiada: Un padre sirio recoge el cadáver de su hijo en
medio del conflicto que asola ese país actualmente. La fotografía es del
fotógrafo español Manu Brabo.
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