Estamos en la época del año que
más literatura ha generado junto con tópicos y reflexiones, por lo que no podía
pasarla por alto, y tenía que reflexionar sobre la Navidad. Sería muy recurrente y excesivamente
convencional recurrir a la crítica sobre el consumismo inmoral, pero no me
puedo resistir a utilizar los tópicos, aunque sin demasiada vehemencia.
Curiosamente este año parece que
está habiendo más comidas y cenas que el pasado: La comida de empresa, la cena
de los compañeros del gimnasio, la cena del grupo de yoga, la de los amigos del
instituto, la de los amigos de ahora, etc.. El hecho de que esta sea la época
del año en que se realizan más actividades solidarias tiene que ver más con el
remordimiento de conciencia por tanto dispendio desaforado. Este país no
conocía una situación de desigualdades sociales y de exceso de pobreza desde
hacía muchas décadas, aún así este año nos vamos a gastar todo y un poco más en
celebrar la Navidad; yo al menos he cumplido con mi cuota de solidaridad.
La mitad de mi vida la he pasado
por distintas tierras, en algunos casos muy distantes de mi pueblo, y como yo
gran parte de mis amigos; quizá por eso hayan sido siempre para mí unas fechas
de auténtica alegría, para mí la Navidad significa celebración y renovación de
cariños y afectos. El reencuentro con viejos amigos es algo que espero siempre
con impaciencia, aunque a veces puede resultar un poco agobiante salir una
noche y no parar de saludar a gente y decir como en un disco rayado: como te
va?
Soy de las personas menos
convencionales, sin embargo la Navidad me transforma y conforme van pasando los
años los rituales me atraen más. Desde niño sentía fascinación por los belenes,
y el mismo día que en el cole me daban vacaciones me acercaba a la carpintería
a llenar una bolsa de serrín, la nieve entonces la hacíamos con detergente en
polvo y el rio que debía cruzar el puente con papel de plata que guardábamos de
las tabletas de chocolate. Hace unos años, y desde mi Ateísmo más asentado, me
volvió esa pasión infantil y comencé a fabricar mi propio Belén, primero hice
las figuras del portal, luego hice un pesebre con el tejado medio hundido y
después a el buey y la mula, por cierto: debo investigar si la figura de la
mula viene desde el mismo nacimiento de la tradición creada por San Francisco
de Asís o es posterior. Ahora hemos sabido por el Vaticano que era un burro y
no una mula, aunque también sabemos que ya había mulas en la antigua Babilonia.
Mi propio Belén siguió creciendo
con otros elementos hasta que las circunstancias me volvieron a llevar lejos de
casa de nuevo. El año pasado le añadí algunos elementos de atrezzo, pero este
año ni me he acordado de él. Esta noche, víspera de Nochebuena me he acordado;
aún no sé si lo pondré mañana o seguirá en su caja hasta el próximo año,
mientras tanto seguiremos con los ritos y los tópicos: los reencuentros con
excesos gastronómicos y etílicos, la puñetera lotería que un año más ha tocado
en otro sitio, aunque ha estado muy repartida, y dedican todos los telediarios
a restregarnos la felicidad ajena, los regalos y las compras: este año que
tocará? La colonia o el pijama? Y los besos; muchos besos!
Sólo he pasado una Nochebuena
lejos de los míos en toda mi vida, y fue un poco triste. Aunque ahora está de
moda decir que es una noche más, aunque estas fiestas se han degradado en su
espíritu familiar por culpa del consumismo, no debemos olvidar a la cantidad de
familias que este año no tendrán ya su casa para celebrar las fiestas con los
suyos, pero no debemos olvidarnos de todos ellos durante el resto del año y ser
solidarios siempre. Aunque yo os pediría algo más: Cambiemos entre todos este
sistema tan injusto, para que no pueda haber nadie en el mundo que no pueda
celebrar la Navidad (o la Vida) con los suyos durante todos los días del año. No
es altruismo, mañana podemos ser nosotros!
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