Una de las aspiraciones de la Izquierda Española desde el año 1939 ha sido la consecución de la tercera República. Aspiración ésta que en las últimas décadas ha cobrado más vigencia por perentoria necesidad dada la evolución degenerativa de nuestro sistema democrático.
Durante la segunda mitad de la década de los 70, en lo que se vino a llamar “la Transición Española”, transición que se definió como modélica, las fuerzas políticas de éste País hicieron un esfuerzo político para llegar al consenso, en la elaboración de la actual constitución. Este esfuerzo fue mayor por parte de la Izquierda que tuvo que renunciar a muchas cosas; entre ellas a la República como forma de Estado. Toda la transición española estuvo marcada por el consenso en “acuerdos de mínimos”, condicionados por el temor golpista.
Podríamos valorar ahora si aquello tuvo sentido, el hecho de que la sociedad civil no estaba madura para los cambios, ahora se nos antoja un tanto absurdo, pero el recuerdo de la Guerra Civil y de la larga Dictadura posterior en los que entonces se llamó “Los Padres de la Constitución” hizo que nuestra Constitución actual impusiera el Estado aconfesional (que no Laico) y la Monarquía Parlamentaria.
Fue una Constitución diseñada para la integración en la entonces emergente Unión Europea que entonces se llamaba Mercado Común Europeo, y como tal una alianza económica del sistema capitalista y cuyo único fin político estaba en contrarrestar la influencia del eje soviético. Las consecuencias de ello las estamos sufriendo actualmente: Una profunda crisis del sistema en la que el poder político hace tiempo que ha cedido la batuta al poder financiero, cuyos representantes ocupan los ministerios y las jefaturas de los gobiernos de los países de la Unión Europea. La caída del Muro de Berlín como símbolo del desmantelamiento de los regímenes Soviéticos fue la puntilla a la función política de la Unión, y el comienzo de la toma del poder por parte de los Mercados.
En este momento, las políticas globales direccionadas desde Alemania y Francia están degradando la democracia en la mayoría de los países de su influencia, con las políticas de recortes sociales y la pérdida sistemática de derechos en la ciudadanía. Nuestro País que creció económicamente mientras digería las excelencias del sistema democrático y ganaba en derechos sociales llegó a rozar en algún momento el “Estado del Bienestar”, pero al igual que evolucionó muy deprisa en ese ascenso, la caída está siendo también mucho más rápida.
La Constitución creada por la Segunda República Española fue mucho más progresista que la actual, con unos logros sociales impensables para la época. No debemos olvidar que fue una República en la que también participó la derecha, y que había partidos de derechas de ámbito republicano.
La Monarquía ya entonces era una forma de Estado caduca, que como hoy, no tiene sentido, porque se basa en la teoría de que una estirpe está designada por Dios para gobernar un país, en que el rey no es un ciudadano más, ya que tiene inmunidad, y sobre todo hay que recordar que el actual rey; Juan Carlos I EL CAZADOR, fue designado por el dictador como su sucesor, y la situación política actual nos confirma que el franquismo no solo no está enterrado, sino que está muy vivo.
Por lo tanto, es necesario ahora más que nunca salir del sistema, buscar nuevas formas de gobierno más democráticas, con valores éticos de solidaridad, justicia, igualdad y ecología. Una sociedad de intercambio de emociones, de experiencias, de conocimientos, de sabiduría y que sea ese capital con el que trabajen los mercados, y para todo ello debemos partir de un sistema más justo y democrático, debemos conseguir primero LA TERCERA REPÚBLICA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario