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lunes, 27 de enero de 2014

ENSAMBLAJE




-“El Merlot es muy aromático, con infinidad de matices, pero envejece mal; por el contrario el Sirah se enriquece con la crianza y el tiempo, pero sin embargo pocos se atreven a combinarlos, quizá no sea una ecuación perfecta, estamos hablando de la elaboración del vino, y aunque no deja de ser una serie de fórmulas químicas, tiene un alto componente de azar, y por eso es mágico”-
 Alba es una mujer fascinante, aparte de su extraña belleza -con esos intensos ojos verdes-, sus conocimientos acerca del vino, y su pasión por él, hacen que Ramón se pose sobre una nube cada vez que se encuentra con ella.
 Ramón conoció a Alba hace unos meses. Coincidieron en la Rioja en un Máster sobre técnicas de fermentación, siendo ellos los únicos alumnos procedentes de la Mancha, y además de pueblos cercanos. Después de haberse visto un par de veces primero, y haber trabajado juntos dos meses, ésta es su primera cita en serio, en un conocido restaurante del pueblo donde vive Ramón.
Alba tiene 30 años, había estudiado química, y después enología. Ella pensaba que en su tierra podría desarrollarse profesionalmente, pero a pesar de su preparación no ha tenido suerte, no obstante Alba ayuda a su padre en los distintos trabajos de los escasos viñedos familiares, siendo ya una experta en la poda y en el arado. Los padres de Alba, pequeños agricultores, no le pudieron ayudar demasiado en sus estudios, y ella repartió su tiempo durante muchos años entre los estudios y toda clase de trabajos, esas circunstancias la han convertido en una mujer apasionada, tenaz y luchadora.
Este año Alba ha trabajado durante la vendimia con Ramón. En ningún momento ella se ha parado a pensar por que la contrató para trabajar en la bodega. Pero es evidente que el hecho de haber compartido juntos muchas horas de trabajo estresante ha servido para que Alba se haya sentido atraída por él, algo impensable hace dos meses, ya que ella no se planteó en ningún momento la posibilidad de una relación con él, pues no le parecía un hombre atractivo, y además desprendía cierto tufillo a niño mimado, algo que para ella, por sus circunstancias personales, era lo más insoportable, y eso sin contar con que él es catorce años mayor que ella. Se supone que ésta cena íntima es para celebrar el fin de la vendimia y la salida de los primeros vinos de la bodega, y es precisamente ese proyecto lo que les ha acercado. No obstante, el ritual del cortejo de Ramón no la impresiona, cosa que hace que éste se sienta inseguro.

Ramón tiene 44 años, y podría decirse que es la antítesis de Alba. Procedente de una familia acomodada, Ramón jamás tuvo excesivas preocupaciones. Estudió Ingeniería agrícola casi por imposición de su padre, aunque realmente el no sentía pasión por nada, y le daba igual estudiar una cosa que otra. Se casó con su novia de siempre: Susana, la hija de otra familia acomodada del pueblo, y después de acabar la carrera aprobó una oposición para un puesto en el Ministerio de Agricultura, ya que su novia le dejó claro que si se casaban tendrían que vivir en Madrid. Susana era altiva, vaga y caprichosa, empezó dos carreras pero en ninguna pasó de primero.
 Se casaron al poco tiempo de aprobar Ramón la oposición, y los padres de ella les regalaron el piso de Madrid donde vivían. Así que con el sueldo de Ramón, que era funcionario de las categorías más altas, y sin tener que pagar alquiler, Susana estuvo ociosa los primeros años de matrimonio. Luego, el aburrimiento le hizo intentar montar un negocio -una boutique de marcas punteras- que sus padres gustosamente pagaron. La tienda fue un sumidero por donde se escapaban todos los ahorros de la pareja y de sus padres, pero le permitió a Susana salir del tedio al que ya no volvería, convirtiéndose ésta en una habitual de los círculos pseudo-pijos de Madrid. Ramón siguió en su vida gris, dejándose llevar, como siempre había hecho en su vida. La pareja se fue distanciando, y cuando Ramón quiso reaccionar ya estaban separados.
 La separación afectó de distintas maneras a Ramón. Al principio siguió con su vida como si nada hubiera pasado, eso posiblemente fue una actitud de autodefensa, o quizá no pudo reaccionar durante mucho tiempo por un efecto hipnótico. Su actitud vital, que ya era bastante monótona y vegetal, pasó a hacerse estacionaria.
 El ejemplar botánico en que poco a poco se había transformado resultó dañado permitiéndole solamente mantener sus constantes vitales, como una vid afectada por mildiu. Luego, una serie de desgracias familiares hundieron a Ramón en un pozo del que muy poco a poco pudo salir. Después de cuatro años de separación y depresión conoció a Alba, justo en un momento en que empezaba a remontar el vuelo, lo cual le ayudó a seguir en la lucha cotidiana.
 Alba se acostó con Ramón esa noche de celebración, pero durante dos meses no se volvieron a ver, y todos los intentos de acercamiento posteriores que él hizo dieron como resultado una excusa tras otra. A pesar de que ella se sentía atraída por él, tenía muchas dudas, pues siempre le quedaba la sensación de que su acercamiento era por el interés de trabajar en un proyecto que le apasionaba. No obstante era el vino lo que les había unido, y a veces los sentimientos son unas instrucciones en clave muy difíciles de descifrar.
 La relación poco a poco se ha ido afianzando, y al igual que en la elaboración de los vinos, utilizaron la intuición, ya que los conocimientos les llevaban por el camino distinto al que buscaban. Encontraron en sus diferencias extremas el difícil camino del equilibrio, pues como en la mezcla de Merlot y Sirah, un pequeño error daría al traste con un valiente proyecto. La ilusión por relanzar la bodega con sus nuevas varietales ha convertido este proyecto de relación en un proyecto de vida en común. Paralelamente a ello han comenzado el valiente reto de hacer un vino de ensamblaje de Merlot y Sirah, como si se tratase de una metáfora de sus propias vidas.
 

El hecho fundamental que precipitó a los infiernos a Ramón fue la muerte de su hermano Ignacio. Un fatídico accidente de carretera, dos años después de su separación, le dejó sin su apoyo más importante. Ignacio, como hermano mayor, ejerció de tal siempre. Sus padres habían depositado todas las esperanzas en él, y al contrario que Ramón, Ignacio sentía auténtica pasión por todo. Desde niño Ignacio acompañaba a su padre a la finca y a la bodega, y aunque no pasó de COU, era muy inteligente y dinámico. Se dedicó en cuerpo y alma al negocio familiar que consistía básicamente en una gran finca donde tenían -aparte de monte para criar caza menor- cien hectáreas de viñedo con regadío, una bodega, y dos naves industriales alquiladas para talleres.
 Ignacio no tuvo hijos ni se casó, se dedicó en cuerpo y alma al campo. Cuando su padre se puso enfermo tomó las riendas de los negocios. La mayoría de la producción vinícola la vendían para hacer alcohol a una cooperativa de la que eran socios, pero se reservaban veinte hectáreas de Tempranillo y diez de Cabernet Sauvignon para seguir haciendo su tinto de crianza, que tanto éxito tenía. Pero las inquietudes de Ignacio eran un motor con turbo, y cuando murió su padre, con el visto bueno de Ramón, no dudó en vender todas las propiedades familiares, excepto los viñedos y la bodega, y renovó ésta, invirtiendo en tecnología y ampliándola. Después de esto empezó a plantar varietales con el fin de tener una interesante oferta de distintos vinos de alta calidad.
 La muerte le llegó a Ignacio en pleno proceso de renovación, y sólo un año después de morir su padre. Ramón tuvo que sobreponerse en muy poco tiempo a su separación y a la muerte de los dos pilares de la familia, y quizá el terrible sufrimiento de su madre fue lo que le hizo reaccionar. Después de quince meses de baja por depresión pidió una excedencia en el ministerio y se fue al pueblo a hacerse cargo de la finca y la bodega.
 La primera decisión que Ramón había tomado en su vida fue lo que le salvó, su vida por primera vez empezaba a tener sentido. Se empleó a fondo haciendo cursos y formándose en todo el tema de vinos y enología, y decidió seguir adelante con el proyecto que su hermano no pudo terminar.
 Al igual que las duras condiciones climatológicas generan una gran calidad en la uva, y por consiguiente en los vinos, las duras pruebas que sufrimos los humanos nos hacen remontar, y eso fue lo que le pasó a Ramón. Su vida era una metáfora del viñedo de la Mancha, después de muchos años en el limbo, con una vida anodina y sin pasiones, empezó a creer en sus posibilidades. Había estado en la Rioja, en Burdeos y otras regiones vitivinícolas, había aprendido a hacer las cosas bien, pero también aprendió a perder los complejos que tanto su tierra como él mismo tenían. Descubrió que había un potencial muy grande, y que ese potencial, aunque haya estado dormido, conseguirá todo lo que se proponga cuando por fin despierte.
   Ahora están otra vez cenando en el mismo restaurante, de nuevo hablan de las características del Merlot y del Sirah, pero esta vez lo hacen sin teorizar. Ya lo están experimentando, el ensamblaje de ambos ya está reposando en las barricas. Han pasado dos años desde su primera cita, ahora viven y trabajan juntos, y es un ensamblaje perfecto, pero sigue siendo un experimento de mucha valentía. Ramón ha aprendido de Alba a apasionarse por todo, y siente que su hermano Ignacio está cada día más presente en él. Alba también ha aprendido algo de él, que no hay que tener prisa, que todo en la vida -como un buen vino- necesita oxigenarse y debe saborearse despacio. El ensamblaje de sus vidas está ahora reposando -como el vino en sus barricas- a la espera de algo mágico, y el resultado de todo ya se verá, pero la crianza de su amor está muy bien elaborada.

 Están cenando en su restaurante favorito, Ramón se siente más vivo que nunca, y mirando hacia atrás, casi no recuerda nada de su vida anterior, sólo a su padre y a su hermano, Susana es un  recuerdo vago, quizá algo que sólo ocurrió en algún sueño. Su madre, después de tantos sufrimientos se encuentra muy bien, con buena salud e ilusionada -ilusionada como hacía mucho tiempo que no lo estaba- porque Alba está embarazada.
 Ya están embotellando los nuevos vinos, Alba está más bonita que nunca, esos ojos verdes, tan profundos y transparentes a la vez, cada día relucen más, son como el nuevo verdejo que están embotellando. “Está decidido –piensa Ramón- el nuevo verdejo se llamará Alba”.

FINAL (seguro que feliz)

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