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lunes, 22 de julio de 2013

CRÓNICA ESTIVAL




Como todos los veranos las gentes de la Hispania Posterior se agolpan en las terrazas de los bares creando un maravilloso espectáculo de iconografía pre-crisis, a pesar de ello los hosteleros están ingresando la mitad de dinero que hace tres años. La explicación está en la bajada de los precios, precios que, en algunos casos, no llegan prácticamente para cubrir los gastos, sé muy bien de lo que hablo.
Las playas de las ciudades se llenan de gente amontonada ,como un remolque lleno de uvas, mientras a pocos kilómetros de éstas, hay otras playas casi vacías. Y es que los humanos, como animales sociales que somos, necesitamos  sentirnos como termitas u hormigas dentro del hormiguero. Nos sentimos cómodos entre la masa, haciendo lo mismo que ellos. No nos paramos un momento a pensar que es lo que queremos hacer, es más cómodo dejarse llevar que ya el grupo piensa por nosotros.
Los habitantes de la Hispania Interior iniciamos el éxodo a la costa, cada año en peores condiciones económicas. Muchos de los restaurantes y chiriguitos playeros permiten a los veraneantes llevar sus comidas y sentarse a cambio de consumir la bebida. El turismo foráneo ha encontrado otros destinos más vírgenes, más incontaminados y menos masificados.
Los que invirtieron en propiedades en la costa durante la burbuja inmobiliaria, en algunos casos, bajan los precios de los alquileres clandestinos que no tributan a Hacienda, mientras que otros, esperan engañar a alguien cobrándole mil euros por semana, pues es por semanas como se alquilan los apartamentos turísticos ahora. Éstos últimos están convencidos de que es mejor dejar de ganar, es decir : perder, 1000 euros, que ganar sólo 500. Pero aquí no hay nada que objetar, porque al igual que Ginés vendió las vacas porque eran suyas, cada cual con sus posesiones hace lo que le da su mayestática gana.
Las fiestas de los pueblos se suceden, con sus tómbolas, churrerías y cochecitos de choque con la música de Camela, y las discotecas de provincias, para no ser menos que las de la costa, hacen fiestas en las que las estrellas son unos DJs con nombres raros pero que, por lo visto, deben ser muy conocidos entre la intelectualidad fiestera. Estas discotecas suelen estar ubicadas en corrales adecentados para el verano, y la cabina del DJ suele estar instalada en el remolque del tractor.
Mientras tanto los músicos profesionales siguen bajando su caché, y las grandes orquestas que antaño llenaban los escenarios de las verbenas con 10 ó 12 miembros, ahora llevan la música pregrabada en un teclado de última generación, con un músico se apañan, y a éste le suelen acompañar dos cantantes solistas, (chico y chica)y en algunos casos la cantante hace más exhibición de su poderío físico que de el poderío vocal. A los músicos profesionales, durante el invierno, los podemos ver tocando en los pasillos del Metro o pasando frío en las plazas para ganarse unas monedas.
La televisión, como todos los veranos, en un alarde de lo imposible, baja su calidad. Aunque ya no tenemos el GRAN PRIX de Ramón García, o las galas veraniegas, confeccionadas a base de recortes de otras galas, donde siempre actuaban en riguroso Play-back (o Playboy, como decía mi abuela) casposos cantantes que vivieron mejores épocas hace ya varios lustros. Ahora la caja tonta, en sus distintos formatos clónicos, se dedica a ponernos reportajes de las anteriores fiestas mencionadas, en las que nos muestran, en un catálogo y crisol de culturas, las distintas formas de ponerse de alcohol y drogas hasta las cejas. La única diferencia entre las fiestas de pueblo y las de la costa está en el físico de los participantes, pero a la sazón son igual de garrulos unos y otros.

Al parecer, el calor nos recalienta el cerebro y nos convierte en vegetales incapaces de pensar (no todos podemos disfrutar de una piscina particular) pero necesitamos más fiestas y más circo, sacar el animal que llevamos dentro, el año laboral ha sido muy duro, y si estamos en paro, necesitamos olvidarnos de nuestras miserias. Seguiremos en fase R.E.M. hasta Septiembre, y entonces nos entrará la depresión postvacacional.

Hasta entonces: Feliz verano

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