Los
cangrejos ya los tengo cocinados, en salsa ligeramente picante, como más
nos gustan. Es uno de los platos estrella de la fiesta de cumpleaños de
mis dos progenitores. El resto de los platos son: Perdiz escabechada,
caldereta de jabalí, ensaladilla de bogavante y queso puro de ovejas
manchegas de la finca Valdivieso. Un menú que excepción de la
ensaladilla estará impregnado de sabores de la tierra, sabores que me
remiten a mi niñez, cuando todo era puro, cuando con 5 años fuí por
primera vez con mi padre a conocer los secretos de la pesca en un río
que existía entonces llamado Záncara, donde los cangrejos eran
autóctonos y donde sólo existían bogas, lampreas y algún lucio, por eso
saboreo con pasión los momentos en que, como cuando era niño, salgo al
campo con mi padre y exprimo su sabiduría con la angustia y la certeza
de que queda menos tiempo.
Ese niño hace ya muchísimo tiempo que
perdió la inocencia y la pureza, al igual que nuestros campos y nuestros
rios llenos de especies invasoras. Ese niño, también de alguna manera,
se convirtió en una especie invasora.
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